Las Torres Blancas, en la Avenida de América, parecen un sueño daliniano. Una inmensa columna de 23 pisos y ochenta y un metros de altura plagada de cilindros distribuidos sin aparente criterio que domina una de las salidas de Madrid y que es visible desde muchas partes de la villa.
Sáenz de Oiza, el arquitecto, ganó el premio de la Excelencia Europea en 1974 por este majestuoso elemento de vanguardia que ponía color a una metrópoli hasta entonces en blanco y negro. Y, sin embargo, inexplicablemente esta obra de arte pasa desapercibida ante los ojos de los miles de personas que cada día pasan a su lado.
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